Friday, November 12, 2010

La mujer, esa gran revolucionaria.


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Diosas y reinas. (por Eduardo Galeano)


Miliciana (Barcelona, Julio de 1936)


"En Mesopotamia, las primeras noticias de la existencia de trabajadores forzados proceden del dinástico antiguo (c. 2850-2340 a.C.) y, en realidad, se refieren a esclavas destinadas a trabajar en la pujante industria textil de la época. El signo sumerio para indicar “esclava” representa a una “mujer de la montaña”, lo que indica que desde finales del III milenio a.C. se hacían incursiones militares en las zonas montañosas para capturar mujeres para los talleres de hilado y confección textil controlados por los templos –junto a esta actividad militar brutal se generalizó también la costumbre de violar a las cautivas, punto de partida del que posteriormente surgirían la prostitución comercial y los harenes (en tanto que manifestación de estatus de los poderosos)--. En Egipto la situación no es diferente y, tal como ya citamos, el sustantivo mr(y)t, que denominaba “prisionero de guerra” y “sirvientes del templo”, también significaba “la rueca de la tejedora”, el instrumento que empleaban las esclavas al servicio de los templos. En la Grecia Antigua, tal como atestiguó Héctor de Troya en la Ilíada, el destino de las prisioneras era acabar como tejedoras en un templo." (Pepe Rodríguez en “Dios nació mujer”)


"Los indoeuropeos que invadieron la India no tenían la capacidad cultural y productiva de los nativos del país que ocuparon, de Harappa, pero sí tenían una superioridad militar en armas y herramientas, tampoco conocían el dinero ni había entre ellos comerciantes profesionales porque su economía era de trueque y la vaca era la unidad de valor, lo que ahora denominamos “moneda”. Más precisamente: La riqueza de la tribu se medía por el número de sus vacas. Esto conducía a constantes reyertas entre las tribus arias, que se acusaban mutuamente de robarse las vacas o que se disputaban los pastos y los terrenos. Pero a pesar de estas escaramuzas intertribales, todas las tribus arias eran solidarias en su lucha contra los dasas (los indígenas y supervivientes de Harappa) de piel oscura, de labios gruesos y nariz achatada. Ya entonces dasi (femenino de dasa) pasó a significar ‘esclava’ y más tarde, en sánscrito clásico, dasa pararía a significar ‘esclavo’, en general." (Jesús Mosterín en “El pensamiento arcaico”)


"La apropiación de mujeres, como cualquier otra forma de posesión, no siempre se realiza respetando un ritual, sino que se hace a menudo por la guerra y por la fuerza. Así, al fines del IV milenio a. de J. C., cuando los proto-indioarios, expulsados por la invasión de los mongoles nómadas, se organizan en pueblos poderosos que tienen algo que defender, y éstos se dotan con carros de combate y con escudos, tal vez los primeros. Casi por todas partes, las jefaturas guerreras afirman la superioridad de los hombres y se apoderan de las mujeres de otros clanes que se convierten en cosas, en bienes muebles, en objetos de tráfico y de acumulación. Por eso, en sánscrito, la palabra vivâha, que significa “matrimonio”, deriva de vivah, que significa “raptar”." (Jacques Attali en “Historia de la propiedad”)


Escalofriantes relatos de los testigos, recogidos en la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala en 1979:

Mientras uno tenía relaciones con ella, algunos otros se masturbaban, otros la sobaban, le ponían las manos en los pechos, le daban golpes en la cara, otros le ponían cigarros en el pecho; perdió varias veces el conocimiento y cada vez que lograba tener sentido, veía a otro hombre encima de ella, por lo menos unos 20 judiciales la violaron; estaba en un charco de orines, de semen, de sangre, fue realmente una cosa muy humillante, una mezcla de odio, de frustración y de impotencia absoluta.

Era líder de su comunidad y trabajaba con las mujeres a través de Acción Católica (...), era muy buena gente, alegre, amable y activa (...) Los soldados la llevaron a una casa. Fue salvajemente torturada, la desnudaron, la violaron, luego la crucificaron, la clavaron parada, le metieron clavos en sus manos y en su pecho, la quemaron viva. Alrededor tiraron papeles donde sacaban a los guerrilleros como mala gente o como payasos. Vecinos enterraron los pocos restos que hallaron, pedazos se quemaron, los perros habían comido sus piernas. Ese mismo día también violaron y crucificaron a otra mujer.

El soldado (...) contaba que cuando estaban las señoras muertas les subía la falda y les metía un palo en la vagina (...), a una anciana la ahorcaron con un lazo en el cuello. Estaba desnuda con un banano en la vagina(...) Abrieron la panza de una mujer embarazada y sacaron el nene y al nene le pusieron un palo por atrás hasta que salió de su boca.

Violaban a las mujeres, las ponían a cuatro patas, luego les disparaban metiendo el arma en el recto o en la vagina (...) También mandaban hacer "percha" con las mujeres (...), por una sola pasan 20 o 30 soldados. Si caía bien la mujer, la dejaban ir, a otras las mataba el último que pasaba con ella (...).



La mujer, esa gran paria, esa gran revolucionaria.



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