"Por cuanto que es la praxis de la revolución comunista, el marxismo está sometido a examen en todo momento, de forma permanente, sin respiro ni tregua. No puede ser de otro modo, y es bueno e inevitable que sea así. Se trata del dictado de lo que Lenin definió como “el criterio de la práctica”, que consiste en que, al final, es la materialidad de los hechos históricos la que decide sobre la corrección teórica. Y aunque los hechos históricos son interpretados de formas opuestas dependiendo de las subjetividades e intereses socialmente antagónicos, no es menos cierto que, al final, lo material e inmaterial termina girando alrededor de algo tan inhumano como es la explotación de la fuerza de trabajo en cualquiera de sus formas por una minoría propietaria de las fuerzas productivas." (Iñaki Gil de San Vicente)
"Si los pocos deseaban gozar de las cosas buenas, y además de ello, hacer que los muchos les sirvieran y trabajaran para ellos, se requería una condición: que los muchos aprendieran a obedecer. Sin duda, la obediencia puede establecerse por la fuerza. Pero este método tiene muchas desventajas. Constituye una amenaza constante de que algún día los muchos lleguen a tener medios para derrocar a los pocos por la fuerza; además, hay muchas clases de trabajo que no pueden realizarse apropiadamente si la obediencia sólo se respalda con el miedo. (…) Por ello la obediencia que sólo nace del miedo de la fuerza debe transformarse en otra que surja del corazón del hombre. El hombre debe desear, e incluso necesitar obedecer, en lugar de sólo temer la desobediencia. Para lograrlo, la autoridad debe asumir las cualidades del Sumo Bien, de la Suma Sabiduría; debe convertirse en Omnisciente. Si esto sucede, la autoridad puede proclamar que la desobediencia es un pecado y la obediencia una virtud; y una vez proclamado esto, los muchos pueden aceptar la obediencia porque es buena, y detestar la desobediencia porque es mala, más bien que detestarse a sí mismos por ser cobardes." (Erich Fromm)
"La historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine con un acto de obediencia (…) Si la humanidad se suicida será porque la gente obedecerá a quienes le ordenan apretar los botones de la muerte (…) La obediencia a una persona, institución o poder (obediencia heterónoma) es sometimiento; implica la abdicación de mi autonomía y la aceptación de una voluntad o juicio ajenos en lugar del mío. La obediencia a mi propia razón o convicción (obediencia autónoma) no es un acto de sumisión sino de afirmación (…) Mientras obedezco al poder del Estado, de la Iglesia o de la opinión pública, me siento seguro y protegido. En verdad, poco importa cuál es el poder al que obedezco. Es siempre una institución, u hombres, que utilizan de una u otra manera la fuerza y que pretenden fraudulentamente poseer la omnisciencia y la omnipotencia. Mi obediencia me hace participar del poder que reverencio, y por ello me siento fuerte. No puedo cometer errores, pues ese poder decide por mí; no puedo estar solo, porque él me vigila; no puedo cometer pecados, porque él no me permite hacerlo, y aunque los cometa, el castigo es sólo un modo de volver al poder omnímodo." (Erich Fromm)
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